Cuánto me parezco a mí y qué poco me gusta.
Escribiré dos palabras con más dolor que nunca, nunca temblaría tanto al decirlo como ahora:
Te amo.
Sobredosis.
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No he dejado de llorar.
Empiezo a sentir eso que creía que no me harías sentir otra vez. Te quiero, sabes? Eres capaz de cambiar la dirección de todo, de hacer que lo imposible se vuelva tan fácil que a veces casi no pueda creerlo.
Te lo agradeceré todos los días de nuestra vida. Me encanta esperar siempre, eres la mejor recompensa.
Ayer no quise cerrar los ojos envueltos en lágrimas hasta que vi que tu cuerpo se marcho a otra parte, otra parte que no era conmigo.
Solo quiero que sea el año que viene.
Miedo al cisne.
Te reconocería ante la muchedumbre si hubiera existido entre los metros que nos separan, podría acertar el color de tu sonrisa a más de kilómetros. Cuántos trenes perdí aquel día?
Cuando perseguías tan solo miradas que no te querían ver, yo no me daba cuenta. Cuando querías ser todo, eras nada. Y yo, yo no me daba cuenta. Soy una de esas personas que entiende tu sentido del humor, tan burlesco, siempre con tus ironías, con tu inteligencia.
Solo tú eres de tu interés, solo tú sabes tus metas, solo tú podrás conseguirlas.
Gracias por enseñarme a ver detrás de las máscaras que solías utilizar.
Me identifico en ti.
Huye de mí, caliente voz de hielo,
no me quieras perder en la maleza
donde sin fruto gimen carne y cielo.
¡Dejo el duro marfil de mi cabeza,
apiádate de mí, rompe mi duelo
que soy amor, que soy naturaleza!
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