¿Quién pensó que podía desmoronarse tan rápida y dolorosamente la señorita Valiente? -así la proclamaron muchos- ¿Quién iba a decirle que sus días iban a tornarse grises para siempre desde ese día? Nadie pudo evitar que controlara su deseo de autodestrucción una vez, nadie. Sólo una persona pudo en el pasado.
La señorita Valiente odia la palabra pasado. Odia pensar que la relacionan directamente con el pasado. Sin rodeos, odia ser pasado. No es otra cosa mas no se conforma con pensar que puede llegar a ser presente y así ella distorsiona su futuro.
Canciones se clavan en el alma como cuchillos se clavaron en su piel un día. Esa ropa con tan sólo ponérsela siente que le quema. Aquel corazón acelerado, con puras cenizas, está lleno de cicatrices que sólo hacen hablarle de eso que tanto odia.
Estalló en lágrimas, perdió el control de toda valentía y se rindió ante Felicidad y allí, en sus brazos, pensó que se quedó en las puertas de ésta...
Hasta fue divertido, caer desde tan alto sin ni siquiera haber subido.
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